jueves, 28 de febrero de 2013

Experiencia 16: pensar en todos los lugares del mundo.

Bueno, para comenzar con mi experiencia decidí ponerme los cascos, al principio para aislarme del ruido de fuera, pero después pensé: la música siempre me ha ayudado a pensar mejor.. ¿por qué no? Y convencida, sintonicé una emisora de radio en mi ordenador y comencé con la experiencia.


Cerré los ojos y le di a "play" para que empezara la música. Sorprendentemente, la canción que estaba sonando en ese momento era una de mis canciones favoritas: Nothing else matters de Metallica; esto hizo que me sumergiera de golpe en Central Park de Nueva York. Este lugar creo que fue de los más especiales; estaba allí, andaba sobre el césped y veía los árboles de alrededor, incluso hubo un momento en que miré al cielo y me molestó el brillo del sol, fue alucinante.
De repente, evocando a el cuento infantil " Alicia en el país de las maravillas", me lancé por un agujero que se adaptaba perfectamente a mi cuerpo y al segundo siguiente me encontraba en la Plaza Roja de Moscú.

Podía ver con detalle los azulejos rojizos que formaban parte de aquella gran construcción pero no me quede allí mucho tiempo, porque rápidamente mi mente voló hasta el barrio Little Italy de Nueva York; aunque no encuentro explicación a que mi mente se fuera hasta allí, lo achaco a películas vistas en las que sale.
                                                                           

Me fui de nuevo, esta vez a la India; recorrí calles que mi mente había imaginado. Calles llenas de bazares, con un montón de hombres mayores con la barba muy larga vendiendo todo tipo de productos, yo iba en un coche y ellos me los ofrecían según pasaba.

Cuando me fui de nuevo, volé hasta los campos de tulipanes de Holanda, a los molinos de Castilla-La Mancha; pasé por Madrid y la Puerta de Alcalá, recorrí los Campos Elíseos de París que me llevaron a contemplar la majestuosidad de la Torre Eiffel y, creo que mi subsconsciente quiere visitar este sítio; volví a Central Park.




De ahí, pasé a visitar el Cristo Redentor de Brasil, con una vista aérea desde un helicóptero y me fuí a visitar los Moais. Me bajé del helicóptero y me escondí detrás de uno de ellos, aparecí en Tierra de Fuego y salté, llegando hasta la Antártida.

Desde ahí, me sumergí en el helada agua y emergí en el Támesis, con la consecuencia de subirme a The London Eye para ver la Zona Zero de Nueva York y el Obelisco de Washington, con la correspondiente estatua de Abraham Lincoln delante de él.

De repente, sonó en la radio una canción que conocía muy bien: Bicyle Race de Queen; esta canción me llevó a pensar en carreteras con gente montando en bici y en el estadio Wembley.

Seguí volando y pasé por lugares como Sierra Nevada y Pompeya, hasta Grecia, el Tíbet e Irlanda; hasta que sonó la alarma de los 30 minutos máximos que tenía para estar con la experiencia y me enfadé; estaba muy feliz viajando por el mundo. Esta experiencia me ha llevado a que, sin duda alguna, debo visitar todos esos lugares y muchos otros para poder sentirlos vivamente, tanto sus condiciones atmosféricas como sus gentes y su cultura; realmente me ha encantado esta experiencia y la volveré a repetir cuando esté más agobiada y necesite tranquilidad y reposo.




























"Los viajes son en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia"
(Sir Francis Bacon)

lunes, 18 de febrero de 2013

O de Olbers y su paradoja.

Si el universo tiene tantas estrellas en su interior, ¿por qué cuando miramos hacia él lo vemos oscuro?

Esto fue lo que pensó Olbers; astrónomo en sus ratos libres; y también, que cuando miráramos hacia él deberíamos ver un cielo completamente iluminado por la infinidad de estrellas que ahí residen, pero sin embargo no es así, ahí tenemos nuestra paradoja.
Esta paradoja trata cuestiones sobre el estudio y origen del universo, ya que no es suficiente decir que la mayoría de las estrellas están demasiado lejos como para que podamos verlas. 

Si partimos de la idea de que el universo es infinito y que en él, galaxias y estrellas se distribuyen de manera uniforme, el cielo debería parecernos, como hemos mencionado antes, completamente blanco.
La contribución de Olbers a esta paradoja que lleva su nombre consistió en darse cuenta de que el problema iba mucho más allá y de que el universo no solo sería brillante, si no infinitamente brillante.



Pero entonces, ¿por qué no lo es?

Aquí viene nuestro experimento mental como respuesta a la paradoja. ¿Qué pasaría si el universo fuese infinitamente grande? ¿Y si fuese infinitamente viejo? ¿Y si esas galaxias y estrellas estuvieran esparcidas de manera uniforme? A continuación, las respuestas que se han elaborado en ese "laboratorio de la mente":

  • La primera es, que tal vez existe demasiado polvo en el espacio para que podamos ver las estrellas más lejanas nítidamente.
  • La segunda respuesta trata sobre que quizás el universo sólo tenga un número finito de estrellas y galaxias.
  • Y la tercera y última, que es posible que esas estrellas y galaxias estén muy agrupadas y no podamos verlas todas porque están escondidas detrás de las otras.

A estas respuestas, a veces, se le añade esa teoría de que si el universo está aún en expansión, algunas galaxias pueden estar viajando tan rápido que su luz se atenúe al desplazarse.
A partir de estas respuestas al experimento mental y con esa pregunta tan simple, Olbers y otros pensadores determinaron que el universo parece estar expandiéndose y que casi con toda seguridad, lo lleva haciendo desde hace un tiempo infinito.

jueves, 7 de febrero de 2013

Oído.

El proceso de audición que tenemos los seres humanos gracias a este sentido, comienza en la parte más interna del oído.
Para comenzar debemos decir que, cualquier objeto que produzca sonido, vibrará comprimiendo alternativamente el aire que tiene a su alrededor; por esto, decimos que el sonido no es más que una serie de vibraciones que no llevan en sí ninguna cualidad sensorial pero que nuestro sofisticado sistema auditivo percibe como único, cada uno de ellos.

Es difícil de comprender el complicado proceso que realiza nuestro oído cada vez que escuchamos algo, pero podemos resumirlo a rasgos generales de la siguiente manera.
Las ondas que transmiten los objetos entran en el oído y pasan por el canal auditivo externo al final del cual se encuentra el tímpano; una membrana hipersensible que vibra con todos y cada uno de los sonidos que el oído del ser humano puede percibir. Éste, al vibrar, transmite ese movimiento a el martillo, el yunque y el estribo; una serie de huesecillos que transmitirá posteriormente el movimiento a la cóclea, encargada de que las vibraciones sonoras se traduzcan a impulsos eléctricos que, en el tramo final, se dirigirán hacia el tálamo y la corteza auditiva; después de este, a primera vista largo pero realizado en milisegundos, proceso podremos llegar a oír el sonido.
Pero, ¿qué extraño suceso ocurre en la cóclea para que se conviertan en impulsos eléctricos y podamos oír el sonido?
La explicación la tenemos en que la cóclea está llena de fluido y cuando le llegan estas vibraciones de las que hablábamos, el fluido se agita y se transmite a una de las membranas que allí se encuentran, la cual tiene unos pelillos que es lo que le hace entrar en contacto con otra de las membranas hasta que una se dobla, originando que su célula genere un impulso eléctrico mandado directamente a la corteza auditiva y al tálamo como hemos visto anteriormente.

Como conclusión, podemos decir que el oído es un sentido muy curioso, ya que es el único que se mantiene despierto mientras dormimos, para alertarnos principalmente; pero también influye en nuestros sueños...y en nuestras pesadillas.